Escribo este artículo ahora que llega la época de las comuniones, ya que es muy normal que los padres regalen con tal motivo un viaje a los parques Disney en París.
A mis 44 años tengo la fortuna de poder decir que ya he viajado siete veces a la Ciudad de la Luz y también he visitado otras siete Disneyland.
Hasta ahora, dada las limitaciones de altura en muchas atracciones o las emociones que éstas podían generar, pensábamos que para disfrutar al máximo del parque lo ideal sería tener unos 10 ó 12 años.
Sin embargo, la vida da muchas vueltas y el pasado diciembre fuimos (marido, hermana, cuñado y una servidora) al parque con mi madre de sesenta y tantos y mi sobrina de sólo cinco años, y aunque pensábamos que era muy pequeña, por diferentes circunstancias era el momento.
Durante la estancia, Daniela disfrutó del ambiente, alucinó cuando el tito dejó que sólo ella cogiera el volante del coche (en Autopia), y estaba encantada de poderse montar con unos u otros en las diferentes atracciones, aunque en Los piratas del Caribe o Peter Pan pasará un mal ratillo por la oscuridad y el ruido.
El momento clave llegó sin duda cuando se cruzó con la primera princesa, al ver a Cenicienta se le cambió la carita, y cuando se encontró (tras hora y media de espera) con su Rapunzel entró directamente en shock y tardó en volver a reaccionar.
Y es que aunque los mayores podamos disfrutar del ambiente, los decorados, las atracciones, la magia..., la magia es para ellos, para los niños y niñas que no ven a una persona disfrazada, sino a la princesa, o personaje que adoran, y eso, no tiene precio!
Disney ? Non merci...
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